La festividad de la Cirugía Innecesaria se remonta hasta los albores de la medicina teutona. Según consta en los antiguos escritos, los primeros cirujanos de la región centroeuropea eran Ilustres Seguidores del Maestro y ejercían ilegalmente la medicina, diagnosticando enfermedades inexistentes para poder satisfacer impulsos sádicos, disfrazándolos de operaciones quirúrgicas.
Esta metodología, tan rebuscada en apariencia, tenía por objeto soslayar la prohibición legal de la tortura física en manos de particulares (recordemos que la tortura era monopolio del estado). Recién al cuarto día del mes de Timiëggen del 13vo año de la era orlokiana, dichas prácticas quirúrgicas fueron bendecidas por un real permiso del siniestro Marqués Le Klerk.
Hoy en día, salvando las sucesivas modificaciones que sufrió la tradición a lo largo de la historia, la celebración se mantiene viva en las altas esferas sociales. Una de las modalidades más difundidas es la Botox Party.
A mi me gustaba particularmente la operación de agmigdalas como excusa para luego arrancar la carótida con mis uñas.
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