Los viajes evangelizadores eran muy agotadores para Orlok y, sobre todo, decepcionantes.
Muchas veces la curiosidad lo llevaba a situaciones incómodas, inaceptables. Irresistibles, también.
La búsqueda de nuevos horizontes de entendimiento no era un tema fácil para nadie, ni siquiera para un elegido como el Maestro Orlok.
Las situaciones se fueron dando lentamente, lo cual confundió por un momento al Maestro; ya que no podía percibir el transcurrir de los hechos. Obnubilado, llegó a la “Ëggehösenland”, la Tierra de los Usuarios del Pantalón al Huevo, según los teutones. Allí conoció a los fieles de una secta feladora, los Devotos del Padre Liotti, pionero en el Sacro Santo Uso de los Pantalones al Huevo.
Orlok no durmió allí esa noche; siguió viaje hasta la marca de Le Klerk para buscar refuerzos y prender fuego a esos cerdos.
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