Antes de que el marqués Le Klerk diera su bendición a las cirugías innecesarias, la persecución que sufrían los cirujanos iniciados en la tradición era feroz. Aterrorizados por los duros castigos de la época, aquellos hombres ilustres y desaprovechados mutilaban sus talentos rechazando sus impulsos carniceros.
Se escondían detrás de trabajos comunes. Muchos vivían del comercio. Algunos incluso llegaron a ocupar puestos políticos durante el día. Pero con cada luna llena, furtivamente tomaban por asalto los cementerios con el bello fin de mutilar los cadáveres más frescos. Iluminados por el plenilunio, experimentaban los elixires más prohibídos que emanaban de los cuerpos putrefactos.
No era una satisfacción plena, ellos vivían con profunda nostalgia la falta de vida en los cuerpos, pero era lo que había.
Luego del visto bueno del marqués para con las cirugías innecesarias, se mantuvo la tradición celebrando todos los años la profanación de tumbas seguida de hurgamiento de cadáveres en la noche del plenilunio del helado* mes de Harti-mānōd**.
*Es posible que la elección del mes de Harti-mānōd esté sustentada en el hecho de que los cuerpos se mantenían por más tiempo sin pudrirse.
**Actualmente la celebración se lleva a cabo en la noche de luna llena del mes de Enero.
A mi me gustaba buscar el azotillo.
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