Orlok caminaba lenta y dificultosamente a raíz de la herida autoinflingida. De tanto en tanto se sentaba en una roca y descansaba. Su respiración era errática y esforzada. Jadeaba como un perro moribundo.
Sus manos intentaban sanar las laceraciones generadas por ellas mismas; pero el resultado era pobre comparado con el daño que supieron provocar.
Una herida necesaria para olvidar otras.
Una herida necesaria para olvidar otras.
Orlok miró sus manos largo rato y descubrió algo que lo apenó muchísimo… Ellas servían únicamente para destruir. Nada bueno podría ser creado por esas deformes extremidades. Resecas, incompletas, horrorosamente largas y filosas.
“Todo lo que tuve fue creado por mi mente y destruido por mis manos.”
(*) Este texto fue ocultado durante mucho tiempo por el Hermano Renfield. Aparentemente algo le perturbaba de dicho escrito. Varias fuentes sugieren que Renfield temía ser meramente una creación de la mente de Orlok.
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