Al igual que otras confesiones y gestas históricas, el orlokianismo vivió un proceso de revisionismo histórico entre 1985 y 1992. Como fruto de dicho proceso, surgió la figura del Barón B. De Eagle; la cual había permanecido eclipsada por la imponencia de Le Klerk. Si bien la omisión de este gran devoto en los libros sagrados no fue intencional, la valorización de su aporte al culto recién pudo ver la luz en el período de decadencia y final disolución de la URSS; ya que se desclasificaron numerosos documentos que permanecían guardados bajo siete llaves durante el régimen.
De Eagle fue el artífice de los cambios culturales, sociales y políticos que se dieron ante la caída del muro de Berlín. De hecho, fue el Barón quién vaticinó, una fría noche de enero de 1986 y ante un auditorio incrédulo, su caída. La trama de este particular, afortunadamente, surge directamente de las palabras del Barón:
“Yo en ese momento estaba entrenando para Roland Garros y tenía mucha llegada a algunos tenistas de primera línea, como Vilas y McEnroe. Entonces fui invitado a un cóctel en la embajada rusa en París, donde expuse mis serias preocupaciones sobre el futuro del comunismo en Europa. Naturalmente, nadie me creyó, hasta incluso fui increpado e invitado a retirarme del sitio. Pero me quedé un rato más charlando con unas trolas y tomando un vermú.”
Algunas versiones, ahora confirmadas por el mismo Barón, dan cuenta de su influencia en el mundo de la moda:
“Fui yo quien introdujo a Dolce con Gabbana. Sí. Lo recuerdo bien, fue en 1984, en una final de la Davis. Al año, ya estaban abriendo su primera tienda juntos. Hoy me sigo vistiendo con ellos.”
El gran escándalo se desató en el abierto de Australia, antes de comenzar el partido por la defensa del título, cuando bajó a palazos una torre de sonido mientras sonaba el himno del país de su contrincante. A los gritos, se dirigió al público y a los jueces:
“Que mueran todas las aberraciones que se creen libres, es Orlok el señor del Jardín.”
Terminado este exabrupto, prepoteando a todos, les recordó que la normativa del Tenis no impedía bajar torres de sonido a palazos y que podían chuparle bien las bolas. Finalmente, a media máquina y con un pronunciado estado de ebriedad, El Barón B. De Eagle retuvo el título sin problemas, agarró la copa, se subió a su avión y se fue a descansar unos días a Bahamas, donde se le aparecería por vez primera el Maestro.
La crónica es magnífica como lo es en verdad el Barón.
ResponderEliminarSi decidiera ser humano, sin dudas escogería ser el Barón B. The Eagle.
Y aclaro: esto es como la parábola del rebaño y el hijo pródigo que regresa y le sirven el mejor tetra y Duncan están en su derecho a decir "ma como!", pero es que el Barón B. es tan encantador y tan talentoso y tiene tan buen revés (zuc - le saca una feta)