Orlok, habiendo creado absolutamente todo, salió a caminar por su Jardín. Por un momento, se permitió disfrutar de su creación y olvidar el disgusto que le provocaba lo impredecible.
A lo lejos caminaban los elefantes, a quienes les había otorgado color; por los cielos volaban los pájaros, a quienes les había otorgado textura. El estruendo de una cascada salpicaba gotas sonoras que hacían reverberar un sentimiento extraño, sutilmente incómodo, indecible, inexpresable e inimaginable para Orlok.
Recontando y recordando sus creaciones anímicas, materiales, conceptuales, terrenales, escatológicas, superlativas y sublimes, se preguntó:
“¿Cómo pude haber concebido algo inimaginable?”
Sin respuesta posible a esta paradoja, un narcótico azoramiento sobrecogió al Maestro, cuyas piernas se debilitaron y debió sostenerse de un árbol. Encorvando el torso y jadeando con la mirada perdida en el suelo, reconoció que algo estaba fuera de sus manos.
Ese sentimiento se transformó en esencia, la esencia se transformó en aroma de azahares y los azahares se transformaron en miel. Entre la miel y los azahares, Orlok se encontró con un laberinto, y en las abejas consiguió una guía; las siguió hasta el panal y les preguntó qué era lo que estaba sucediendo.
“¿No logra entenderlo, Maestro?”
“Yo lo entiendo todo, miserable abeja.”
“No me malinterprete, Maestro. Veo preocupación y desconcierto en su rostro y quiero ayudarlo.”
“Dime, abeja, ¿qué es esto que está ocurriendo?”
“¿No es acaso una creación suya, Maestro?”
“No lo recuerdo, pero debe serlo. No hay otra opción. ¡Yo he creado todo esto!”
“Disculpe, Maestro, no sé cómo explicárselo… Vea Usted mismo. Camine hacia donde nosotras vamos.”
“Abeja, te estás extralimitando… ¡Yo no sigo a ninguna de mis creaciones! Ellas me siguen y yo, si así lo deseo, las destruyo.”
Orlok, enfurecido, estuvo a punto de matar a la insolente abeja, pero al darse cuenta que la abeja no mentía, se contuvo y decidió seguirla. Ensimismado en divagaciones recurrentes, perdió de vista a la abeja y se quedó solo. Confundido, caminó y caminó hasta que su Jardín se transformó en bosque y el bosque se transformó en selva.
“Oh, Selva, terreno extenso, inculto y poblado de árboles, dime qué sucede.”
Silencio.
“Oh, Selva, terreno extenso, inculto y poblado de árboles, exijo que me digas qué sucede.”
Silencio.
“Oh, Selva, terreno extenso, inculto y poblado de árboles, te imploro que me digas qué sucede.”
Silencio.
Intrigado, Orlok siguió caminando; hasta que un murmullo lo hizo detener. Incrementaba paulatinamente de intensidad y se posó en cada uno de sus oídos.
Madre. Madre. Madre. Madre. Madre. Madre. Madre. Madre. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Madre. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Madre. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Madre. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Selva. Madre. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Madre. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Selva. Madre. Selva. Madre. Selva.
Frente a él, encarnada en una flor, se presentó la matriz de toda abundancia desordenada; lo tomó del rostro y el Maestro sucumbió. Mientras Orlok yacía en el suelo, comenzó a diluviar. La flor se convirtió en enredadera y la enredadera en Nāginī, quien protegió de la tempestad al abatido Maestro.
Al despertar, se encontró seco y Veruca estaba a su lado.
Durante 12.721 años la Madreselva estuvo en todos lados, reencarnado sucesivamente y manifestándose de infinitas maneras, hasta que, por fin, un día adoptó su forma definitiva.
Yo creo que la pista nacional de remo sería un paraíso para Orlok. Hoy a la mañana cuando sentí que algo en el interior del río tiraba de mi remo pensé eso porque Orlok está presente en mi vida real.
ResponderEliminarMadame, Usted, en carácter de 576va. reencarnación de Madame Marishka, lleva a Orlok en la sangre. Por lo tanto, no es extraño que el Maestro la acompañe en todo momento.
ResponderEliminarSi algo tira en el fondo del río, tal vez sea la Madreselva que se puso celosa, nada más.
que lindooooooooooooooo!
ResponderEliminarme hiciste reir con ese personaje tan creativo, soberbio, pocas pulgas...todo eso junto!
y la madre selva es...es...es...sin nombre!