Fig. 1 - Parte del Hombre Asteroide
Sólo un milagro podía salvar a las diezmadas tropas orlokianas que, luego de atravesar 5000 kilómetros de suelo estadounidense a pie, matando gabachos a machetazos, sufrieron un inesperado ataque con Pancetrax*. La potente arma química exterminó como moscas a los Golems y perjudicó seriamente la salud de los generales orlokianos.
Le Klerk, desde su lecho, dirigía la logística, el aprovisionamiento y las acciones evasivas; Zafra aún conservaba algunas energías y por ello comandaba desde el campo. Los primos Barriga, guiados por Pastoriza, alcanzaron una tierra alta y coparon 10 kilómetros a la redonda con tan solo dos rifles. El Barón B. estaba completamente ebrio y el Maestro estaba hecho concha, vomitando y a las putiadas.
Luego siguieron los ataques aéreos de las tropas del Corsario William C. Smith, los cuales anularon toda posibilidad de avance orlokiano. La misión estaba acabada.
Un fugaz destello en el cielo llamó la atención de todos y un aterrador estruendo silenció los cuatro vientos.
Desde el cosmos… el Hombre Asteroide. Cayó e hizo mierda todo.
Esa misma noche, Orlok y los demás invitaron al Hombre Asteroide al campamento, comieron unas pancetas empaladas y brindaron con leche cuajada para festejar a lo grande la victoria.
Esa panceta fétida revolvió mis entrañas y en un punto, puso en peligro el equilibrio universal. Por un instante sentí que lo aspiraba todo. Quizás haya sido eso lo que atrajo al Hombre Asteroide; otro groso entre los titanes de la tradición.
ResponderEliminarDe hecho, el único orlokiano proveniente del espacio exterior.
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