Evangelios Apócrifos: Huesos de Elefante

Fotografía de una manifestación gráfica de la Madreselva.

“Sus huesos… Sus huesos son yo. El rasgo característico del elefante no tiene huesos. No tiene huesos, como mi alma. Los huesos de la trompa son yo. Sus huesos son yo.

Muerto el elefante, no quedan rastros de su trompa. Muertas mis creaciones, no quedan rastros míos. Mis creaciones, mi rasgo más característico, sin rastros míos. Mi alma, sin huesos.

Yo no muero. Al no poder morir, no hay huesos para ver. Mis huesos no se ven, y por eso no dicen nada. Los huesos del elefante dicen mucho, pero omiten lo más importante: la trompa.

Por la trompa vive el elefante: respira, agarra su alimento, aspira agua y se refresca. La trompa es vida y tras la muerte del elefante no quedan rastros de esa porción de vida.

Hay una gran vida y una pequeña vida. Alguna de las dos queda sin rastros cuando se va. Quedan sólo afortunados que la conocieron.

Sus huesos son yo.”*

(*) Este es uno de los pocos relatos narrados en primera persona por el Maestro.

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